En América Latina la narrativa de no
ficción cumple con muchas más funciones que el de hacer un simple retrato de la
realidad. Al enfrentarse a una historia atravesada por la violencia, los
relatos que se pueden inscribir entre estas fronteras del periodismo narrativo
tienen funciones agregadas.
Primero, deben ir en contra el olvido
generalizado y generar memoria social; segundo, ayudar a hacer catarsis para
permitir que las personas procesen, piensen y se hagan dueños de su propia
historia. Perú, como Colombia, es un país que conserva heridas de un conflicto
reciente: según datos oficiales la guerra entre el grupo guerrillero Sendero
Luminoso y el Estado, dejó 70 mil muertos en sólo diez años: de 1980 a 1990.
Barbarie, de Jesús Cossio, reúne cuatro cómics que
apuntan hacia esos objetivos. El autor eligió eventos que revelan el conflicto
armado interno que se vivió en su país, Perú, desde 1985 hasta 1990. Las
crónicas gráficas son desgarradoras, pues no se censuran al mostrar la crudeza
y el sinsentido de la violencia: tras leerlas el lector queda aturdido y
entiende que lo único que queda después de un conflicto de ese calibre es un
reguero de muertos.
Es importante resaltar que al elegir los
hechos se intentó hacer un balance para rescatar la visión de las víctimas,
casi todos indígenas y campesinos acorralados entre dos actores armados que
actuaban en territorios sin presencia estatal. Ésta no fue una guerra de buenos
contra malos. El libro describe masacres que fueron ejecutadas tanto por el
Ejército del Perú como por Sendero Luminoso. El lector entiende que ambos
bandos violaban el Derecho Internacional Humanitario y los Derechos Humanos y
también que tanto el Estado como el grupo guerrillero caían en profundas
contradicciones internas.
Tensiones entre verdad y ficción
A través de las crónicas de Barbarie es posible entender cómo se
perfecciona el trabajo de investigación y de creación de un autor de cómic que
tiene, al mismo tiempo, una responsabilidad con la objetividad y la veracidad
de sus historias. No era la primera vez que Cossio se enfrentaba a este reto:
en 2008, dos años antes de la publicación de Barbarie, participó junto a
otros dos historietistas en Rupay, un
cómic que también cuenta testimonios del conflicto, pero que se enfoca en el
periodo de 1980 a 1984.
El lenguaje gráfico del cómic cumple
aquí una función importante: romper con la narración escueta de del titular de
periódico o del análisis despersonalizado del libro académico, humanizar los
hechos y acercárselos al lector. En otras palabras, ponerle rostros reales a
las víctimas y a los victimarios.
Sin embargo, este lenguaje plantea una
tensión importante cuando se inscribe en el terreno de la no ficción. ¿Cómo
lograr adaptar las historias a un lenguaje complejo —que necesita manejar
diálogos, detalles, ritmo y momentos de tensión— sin sacrificar la veracidad de
los hechos? Cossio parece aceptar esta tensión, pero no la asume como un
limitante sino que la hace propia en sus relatos.
Todas las crónicas de Barbarie están basadas en el informe que
publicó la Comisión de Verdad y Reconciliación en 2003 y
son absolutamente fieles con el marco general de los hechos: fechas, actores y
lugares. La investigación, sin embargo, es mucho más amplia. Para dibujar los
rostros de los personajes, Cossio se basó en el libro de fotografías Uchurracay: testimonio de una masacre
(1989) de Guillermo Thorndikeen. El cómic logra contar en varios planos:
muestra los paisajes de las villas del departamento de Ayacucho, los rostros de
las personas, narra la vivencia directa de la violencia y rescata las
narraciones oficiales y comprobables de los hechos.
El autor le pone nombre a esta
metodología. Habla de “ficcionalizar”. Vale la pena preguntarse si un libro
como estos se puede inscribir en el marco de la no ficción o en el de la
narrativa histórica. Cada lector encontrará respuestas y argumentos propios,
pero lo más importante es que a partir de una investigación que se acerca
bastante a los métodos del periodismo, se logra la construcción de un relato
que apunta hacia la creación de memoria social.
En últimas, es un buen ejemplo para que
más historietistas en el continente se atrevan a encontrar en las heridas
todavía abiertas de la historia reciente, un motor de creación.
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Cossio, J. (2010) Barbarie: Cómics sobre la violencia política en el Perú 1985 – 1990.
Lima, Ed. Contracultura.
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